MI VECINO
- JPS
- 27 abr 2020
- 1 Min. de lectura
El… tranquilo y ardiente, se acercó a la puerta. Nada cubría su corpulento cuerpo de albañil. La luz que entraba por la reja bañaba su piel bronceada. No tenía pudor alguno en enseñar su torso descubierto a cualquier persona que pasara por la calle, a sus pies. Más de un hombre se detuvo a mirarle. Más de una mujer también. Otras, escandalizadas, diciendo que se cubriera su despellejado torso.

El, de pie frente a la reja observaba las reacciones y sonreía con lujuria. En menos de dos minutos tenía una fila de ofrecidos de indefinida situación civil en su puerta, clamando atenciones en cierta parte de su cuerpo. Pero él se negó a abrir la puerta de su casa. Su esposa se acercó por detrás y lo abrazó.
Ella estaba fodonga, y hasta sucia. Él, bronceado. De buen cuerpo, de unos 45 años. Yo pase en frente y el me saludo con un guiñó de ojo, le sonríe. Ella solo me quedo viendo con cara de pregunta.
Al pasar los días me habla y me dice que desea que veamos una película juntos, una película sexual, donde sin alargar el tiempo él se dirigió al país, pero quería más y yo le dije que no quería y que hoy solo con eso bastaba.
LO NO CREÍBLE
No imagine tener un vecino que con su cuerpo de albañil, un cuerpo marcado, un cuerpo tostado fuese a mirarme de esa forma, un vecino que no pide una tacita de azúcar; un vecino que pide más y más…
Nunca imagine que a mi vecino lo trajera de esa forma y mucho menos que le gustase el arroz con popote.
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